• 31 mayo, 2025 12:47 PM

OPINIÓN

¡Que no te enganchen!

Lic . Edwin Góngora
Columnista El Informativo

Es increíble, asombroso, pero sobre todo preocupante que, cada día, más personas renuncian a su humanidad, autodefiniéndose como algo que no son. Basta con revisar redes sociales para encontrar casos de hombres, mujeres, jóvenes y adultos que han modificado sus cuerpos en un intento de convertirse en lo que dicen sentir, aunque la realidad nunca cambiará.

Uno de los casos más frecuentes es el de hombres que creen ser mujeres y viceversa. Aún más preocupante es ver cómo, desde la infancia, algunos niños son inducidos por sus propios familiares a asumir una identidad que jamás podrán tener de manera natural. Disfrazarse, operarse y cambiar su apariencia puede hacer que se sientan más cercanos a lo que imaginan ser, pero eso no los convierte en ello.

En algún momento de la vida, todos nos hemos preguntado: ¿Quién soy? ¿Para qué estoy aquí? ¿Cuál es mi propósito? Estas son preguntas fundamentales para nuestro desarrollo, pero para encontrar las respuestas correctas, necesitamos una guía clara, ejemplos que refuercen nuestra identidad y principios que nos orienten. Lamentablemente, esta generación carece de referentes sólidos que les ayuden a encontrar respuestas firmes y verdaderas.

No deja de sorprenderme ver a un hombre que se cree mujer enseñando a caminar, vestirse y maquillarse a una mujer real. O a una mujer que se cree hombre hablando sobre dolores testiculares y explicando la masculinidad, cuando eso jamás será parte de su realidad biológica.

La identidad es el conjunto de rasgos que definen a un individuo o a un grupo. Es un sistema de valores y símbolos que nos permite enfrentar la vida con claridad. En otras palabras, nuestra identidad no se basa en lo que sentimos o creemos, sino en lo que realmente somos.

Es triste ver en las calles personas con falsas identidades, convenciéndose de que son gatos, perros, caballos o incluso robots. Detrás de estas confusiones emocionales, no podemos descartar que también haya ataques espirituales. 

No es normal que alguien pierda todo sentido del pudor y exhiba públicamente lo que debería ser reservado. Algo más profundo y oscuro puede estar influyendo en sus decisiones.

Dios no crea cosas torcidas ni erróneas. La verdad es que hemos sido creados a Su imagen y semejanza (Génesis 1:27). Además, Su Palabra nos recuerda que “Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7).

Sin embargo, cientos de personas aseguran haber nacido en cuerpos equivocados, convencidos de que su verdadera identidad no es la que su cuerpo refleja. Prefieren dar más valor a creencias filosóficas o a palabras de personas no capacitadas para definir quiénes son, en lugar de aceptar la verdad.

Eres un hombre o una mujer con un propósito especial, diseñado por Dios. ¡No te dejes engañar! Sigue lo correcto y no prestes oídos a voces que solo quieren sembrar confusión.

 

Días de Mujer.

Lic . Edwin Góngora
Columnista El Informativo

Ser padre de una niña, de una mujercita, es una experiencia única. Para los hombres, esto nos abre a muchas realidades con las que aprendemos y nos educamos. Sin duda, nos hace romper paradigmas con los que fuimos criados.

Criar y atender a una niña desde su nacimiento requiere algo distinto. No se trata de marcar diferencias con los varones ni de sugerir superioridad o inferioridad. Nada que ver. Simplemente, la relación con una hija despierta emociones particulares en los padres: ternura, protección, cuidado. No es un tema ideológico ni de género, es algo natural.

Sin embargo, quiero enfocarme en otro punto: muchas mujeres son exigidas desde que nacen y a lo largo de su vida. Aunque en teoría se educa a niños y niñas con principios igualitarios, en la práctica, a ellas se les demanda más.

Desde pequeñas asumen responsabilidades en el hogar, en el estudio, en sus relaciones y en la sociedad. Los sueños y aspiraciones no deben tener distinción de género, pero siempre es necesario acompañarlos con supervisión y orientación hasta alcanzar la madurez emocional.

En este aspecto, las niñas llevan ventaja sobre los varones. 

Expertos aseguran que maduran hasta tres años antes que ellos. Su sentido de responsabilidad es más evidente y su desarrollo, aunque distinto, les otorga instintos y fortalezas únicas.

Las mujeres han ganado espacio en múltiples áreas, logrando oportunidades en oficios, carreras y actividades que antes eran exclusivas de los hombres. No se trata solo de demostrar que pueden hacerlo, porque claro que pueden. Más bien, debemos reconocer que hombres y mujeres fuimos creados distintos y con propósitos diferentes.

Lamentablemente, la irresponsabilidad de muchos hombres, su ausencia, el maltrato y el machismo han obligado a la mujer a asumir roles que no le correspondían originalmente. Se convirtió en cabeza de familia, en sostén del hogar, en educadora y formadora de generaciones. Lo hizo porque no había otra opción. Como dice el dicho: “La irresponsabilidad de unos es la oportunidad de otros”.

Las mujeres han criado solas, educado, trabajado y sacado adelante a sus familias. Incluso, como abuelas, han extendido su esfuerzo más allá de una generación. Sus derechos son innegables, sin importar su color de piel, estatura, creencias políticas o religiosas. 

La historia nos recuerda cómo, incluso en tiempos difíciles, mujeres con talentos ocultos han sido clave en el desarrollo de la humanidad, desde la ciencia hasta la educación y la política.

Mi madre es un ejemplo de ello. Durante más de 25 años trabajó como enfermera auxiliar, criando a tres hijos mientras enfrentaba la batalla contra el alcoholismo de su esposo. Como ella, millones de mujeres han superado obstáculos con esfuerzo, sacrificio y un valor que, sin duda, proviene de Dios. No hay otra explicación.

La mujer nunca será igual al hombre. No se puede. 

Pero la igualdad de derechos y oportunidades es justa y necesaria. Que una mujer reciba lo mismo que un hombre por la misma actividad y responsabilidad no es un favor, es lo correcto.

La mujer será siempre mujer, aunque algunas intenten negar su esencia. Muchas podrán renunciar a la maternidad, un don maravilloso de dar vida, pero su identidad siempre estará ligada a un valor natural que la vida misma les ha dado y del que nunca podrán desligarse.


Hoy y siempre, ¡honor a las mujeres! ¡Vivan las mujeres!


Nuestra confianza.

Lic . Edwin Góngora
Columnista El Informativo

El ascenso de Donald Trump como presidente número 47 de los Estados Unidos ha generado grandes expectativas en torno a la implementación de diversas medidas que, según muchos, afectarán a la población inmigrante que ingresó ilegalmente al país y a quienes intenten hacerlo a partir del 20 de enero.

La incertidumbre ha invadido a miles de latinos que residen en Estados Unidos sin contar con documentos legales que respalden su estadía. Entre los afectados por estas políticas se encuentra un considerable número de salvadoreños, hondureños, nicaragüenses, haitianos, venezolanos y mexicanos. De hecho, uno de los programas promovidos por Trump lleva por nombre “Quédate en México”, el cual insta a los migrantes a permanecer en su país de origen en lugar de cruzar la frontera.

El despliegue militar en la zona sur de la frontera y la reanudación de la construcción del muro fronterizo son parte de estas medidas.

La migración es un fenómeno histórico, inicio de nuevos comienzos para muchas personas que, en sus países de origen, no encontraron oportunidades de desarrollo por diversas razones. Pero frente a este panorama, cabe preguntarse: ¿En quién hemos confiado?

No se trata solo de un enfoque religioso, sino de analizarlo desde todas las perspectivas. Sin embargo, debemos recordar que nuestra confianza viene de Dios. Esa fe no debe ser estática, sino impulsarnos a generar cambios y resultados en nuestra vida.

Números 23:19 dice: “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre, para que se arrepienta.” Él ha demostrado su fidelidad a lo largo de la historia. Liberó a su pueblo de la esclavitud egipcia y utilizó a un soñador fiel y honesto, José, para cumplir un propósito mayor. Aunque las circunstancias parecían adversas, Dios escribió su destino y lo convirtió en líder, mostrándole a su familia que Él siempre cumple sus promesas.

En Juan 11:40 leemos: “Si crees, verás la gloria de Dios.” En medio de decisiones duras, Él sigue acompañando a quienes confían en su poder.

¿Cuántas veces hemos creído que nuestras decisiones son correctas, pero solo hemos complicado las cosas? A menudo actuamos guiados por sentimientos, sin buscar su guía. Sin embargo, Jeremías 29:11 nos recuerda: “Porque yo sé los planes que tengo para vosotros —declara el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, para daros un futuro y una esperanza.”

Pasaremos procesos y desafíos, pero Él no nos abandonará. Confíe, crea y permita que sus planes se cumplan conforme a Su voluntad.

Los hombres pueden decir y hacer, emitir decretos y leyes, pero al final será su decisión. No será lo que queramos, sino lo que tiene previsto.

Como dijo Aristóteles: “La esperanza es el sueño del hombre despierto.” Y Martin Luther King Jr. señaló: “Debemos aceptar la decepción finita, pero nunca perder la esperanza infinita.”

Aunque las circunstancias parezcan sombrías, no es con nuestras fuerzas que enfrentamos los retos, sino con la fortaleza del Dios en quien hemos confiado.

Cautiverio: Por elección o imposición.

Lic . Edwin Góngora
Columnista El Informativo

El 21 de febrero se cumplirán 22 años desde que la excandidata a la presidencia de Colombia, Ingrid Betancourt, fue secuestrada por guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Betancourt vivió 6 años y 5 meses de un cautiverio despiadado, enfrentando la incertidumbre de cada hora y cada día, sin saber si saldría con vida.

En su libro Cartas a mamá desde el infierno, Ingrid relata lo que significó sobrevivir en las entrañas de la selva colombiana, donde la privación de libertad, la violencia y el sufrimiento marcaron su existencia. 

El secuestro es un tipo de cautiverio forzado, en el que una persona es privada de su libertad mediante amenazas, engaños o fuerza bruta. En el caso de Ingrid, su cautiverio no fue una elección, sino una imposición. Sin embargo, no todos los cautiverios son impuestos. Muchas personas eligen voluntariamente vivir como prisioneras de sus propios vicios, miedos o depresiones. Este tipo de cautiverio, aunque invisible, es igual de opresivo. 

Mientras que unos, como Ingrid, enfrentan la pérdida de su libertad por causas externas, otros la entregan sin resistencia, atrapados en cadenas internas que ellos mismos forjan.

En las Escrituras, también encontramos relatos de cautiverios que reflejan estas realidades. 

José, vendido como esclavo por sus propios hermanos, fue llevado a Egipto donde vivió años de sufrimiento injusto (Génesis 37). Sin embargo, en medio de su aflicción, mantuvo su fe y fue exaltado por Dios como gobernador.

Otro ejemplo es el del profeta Daniel, quien junto con el pueblo de Israel fue llevado cautivo a Babilonia. Daniel no solo enfrentó la pérdida de su patria, sino que también vivió bajo presión para abandonar su fe. 

A pesar de ello, perseveró y fue testigo de cómo Dios le dio sabiduría y favor ante los reyes babilonios (Daniel 1-6).

El cautiverio, ya sea impuesto o elegido, pone a prueba el carácter humano. 

Ingrid Betancourt, logró transformar su experiencia en un testimonio de resistencia y fortaleza. Al igual que José y Daniel, sus historias nos recuerdan que incluso en las peores circunstancias, hay esperanza de libertad.

Hoy, reflexionemos: ¿Qué tipo de cautiverio vives? ¿Es impuesto por las circunstancias o elegido por ti mismo? 

La verdadera libertad no depende únicamente del entorno, sino de la persona que decides ser dentro de él. 

Ingrid relata en su libro cómo, en muchas ocasiones, llegó a pensar que la muerte parecía casi una dulce escapatoria. Agotada de sufrir día tras día y de repetirse mentiras, creyendo que su cautiverio terminaría pronto, la realidad la golpeaba: nada cambiaba. Los días eran iguales o, en el peor de los casos, aún más difíciles que el anterior.

Ingrid Betancourt fue liberada en julio de 2008 y mientras estuvo cautiva, el amor a su madre e hijos y su fe que lo plasma en sus cartas la mantuvo hasta el último momento.

Porque incluso en la mayor oscuridad, siempre existe la posibilidad de caminar hacia la luz.