Cautiverio: Por elección o imposición.

Lic . Edwin Góngora
Columnista El Informativo
El 21 de febrero se cumplirán 22 años desde que la excandidata a la presidencia de Colombia, Ingrid Betancourt, fue secuestrada por guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Betancourt vivió 6 años y 5 meses de un cautiverio despiadado, enfrentando la incertidumbre de cada hora y cada día, sin saber si saldría con vida.
En su libro Cartas a mamá desde el infierno, Ingrid relata lo que significó sobrevivir en las entrañas de la selva colombiana, donde la privación de libertad, la violencia y el sufrimiento marcaron su existencia.
El secuestro es un tipo de cautiverio forzado, en el que una persona es privada de su libertad mediante amenazas, engaños o fuerza bruta. En el caso de Ingrid, su cautiverio no fue una elección, sino una imposición. Sin embargo, no todos los cautiverios son impuestos. Muchas personas eligen voluntariamente vivir como prisioneras de sus propios vicios, miedos o depresiones. Este tipo de cautiverio, aunque invisible, es igual de opresivo.
Mientras que unos, como Ingrid, enfrentan la pérdida de su libertad por causas externas, otros la entregan sin resistencia, atrapados en cadenas internas que ellos mismos forjan.
En las Escrituras, también encontramos relatos de cautiverios que reflejan estas realidades.
José, vendido como esclavo por sus propios hermanos, fue llevado a Egipto donde vivió años de sufrimiento injusto (Génesis 37). Sin embargo, en medio de su aflicción, mantuvo su fe y fue exaltado por Dios como gobernador.
Otro ejemplo es el del profeta Daniel, quien junto con el pueblo de Israel fue llevado cautivo a Babilonia. Daniel no solo enfrentó la pérdida de su patria, sino que también vivió bajo presión para abandonar su fe.
A pesar de ello, perseveró y fue testigo de cómo Dios le dio sabiduría y favor ante los reyes babilonios (Daniel 1-6).
El cautiverio, ya sea impuesto o elegido, pone a prueba el carácter humano.
Ingrid Betancourt, logró transformar su experiencia en un testimonio de resistencia y fortaleza. Al igual que José y Daniel, sus historias nos recuerdan que incluso en las peores circunstancias, hay esperanza de libertad.
Hoy, reflexionemos: ¿Qué tipo de cautiverio vives? ¿Es impuesto por las circunstancias o elegido por ti mismo?
La verdadera libertad no depende únicamente del entorno, sino de la persona que decides ser dentro de él.
Ingrid relata en su libro cómo, en muchas ocasiones, llegó a pensar que la muerte parecía casi una dulce escapatoria. Agotada de sufrir día tras día y de repetirse mentiras, creyendo que su cautiverio terminaría pronto, la realidad la golpeaba: nada cambiaba. Los días eran iguales o, en el peor de los casos, aún más difíciles que el anterior.
Ingrid Betancourt fue liberada en julio de 2008 y mientras estuvo cautiva, el amor a su madre e hijos y su fe que lo plasma en sus cartas la mantuvo hasta el último momento.
Porque incluso en la mayor oscuridad, siempre existe la posibilidad de caminar hacia la luz.