Es increíble, asombroso, pero sobre todo preocupante que, cada día, más personas renuncian a su humanidad, autodefiniéndose como algo que no son. Basta con revisar redes sociales para encontrar casos de hombres, mujeres, jóvenes y adultos que han modificado sus cuerpos en un intento de convertirse en lo que dicen sentir, aunque la realidad nunca cambiará.
Uno de los casos más frecuentes es el de hombres que creen ser mujeres y viceversa. Aún más preocupante es ver cómo, desde la infancia, algunos niños son inducidos por sus propios familiares a asumir una identidad que jamás podrán tener de manera natural. Disfrazarse, operarse y cambiar su apariencia puede hacer que se sientan más cercanos a lo que imaginan ser, pero eso no los convierte en ello.
En algún momento de la vida, todos nos hemos preguntado: ¿Quién soy? ¿Para qué estoy aquí? ¿Cuál es mi propósito? Estas son preguntas fundamentales para nuestro desarrollo, pero para encontrar las respuestas correctas, necesitamos una guía clara, ejemplos que refuercen nuestra identidad y principios que nos orienten. Lamentablemente, esta generación carece de referentes sólidos que les ayuden a encontrar respuestas firmes y verdaderas.
No deja de sorprenderme ver a un hombre que se cree mujer enseñando a caminar, vestirse y maquillarse a una mujer real. O a una mujer que se cree hombre hablando sobre dolores testiculares y explicando la masculinidad, cuando eso jamás será parte de su realidad biológica.
La identidad es el conjunto de rasgos que definen a un individuo o a un grupo. Es un sistema de valores y símbolos que nos permite enfrentar la vida con claridad. En otras palabras, nuestra identidad no se basa en lo que sentimos o creemos, sino en lo que realmente somos.
Es triste ver en las calles personas con falsas identidades, convenciéndose de que son gatos, perros, caballos o incluso robots. Detrás de estas confusiones emocionales, no podemos descartar que también haya ataques espirituales.
No es normal que alguien pierda todo sentido del pudor y exhiba públicamente lo que debería ser reservado. Algo más profundo y oscuro puede estar influyendo en sus decisiones.
Dios no crea cosas torcidas ni erróneas. La verdad es que hemos sido creados a Su imagen y semejanza (Génesis 1:27). Además, Su Palabra nos recuerda que “Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7).
Sin embargo, cientos de personas aseguran haber nacido en cuerpos equivocados, convencidos de que su verdadera identidad no es la que su cuerpo refleja. Prefieren dar más valor a creencias filosóficas o a palabras de personas no capacitadas para definir quiénes son, en lugar de aceptar la verdad.
Eres un hombre o una mujer con un propósito especial, diseñado por Dios. ¡No te dejes engañar! Sigue lo correcto y no prestes oídos a voces que solo quieren sembrar confusión.

Lic . Edwin Góngora
Columnista El Informativo