• 11 marzo, 2025 9:58 AM

Días de Mujer.

Mar 10, 2025

Lic. Edwin Góngora

Columnista El Informativo.

Ser padre de una niña, de una mujercita, es una experiencia única. Para los hombres, esto nos abre a muchas realidades con las que aprendemos y nos educamos. Sin duda, nos hace romper paradigmas con los que fuimos criados.

Criar y atender a una niña desde su nacimiento requiere algo distinto. No se trata de marcar diferencias con los varones ni de sugerir superioridad o inferioridad. Nada que ver. Simplemente, la relación con una hija despierta emociones particulares en los padres: ternura, protección, cuidado. No es un tema ideológico ni de género, es algo natural.

Sin embargo, quiero enfocarme en otro punto: muchas mujeres son exigidas desde que nacen y a lo largo de su vida. Aunque en teoría se educa a niños y niñas con principios igualitarios, en la práctica, a ellas se les demanda más.

Desde pequeñas asumen responsabilidades en el hogar, en el estudio, en sus relaciones y en la sociedad. Los sueños y aspiraciones no deben tener distinción de género, pero siempre es necesario acompañarlos con supervisión y orientación hasta alcanzar la madurez emocional.

En este aspecto, las niñas llevan ventaja sobre los varones. 
Expertos aseguran que maduran hasta tres años antes que ellos. Su sentido de responsabilidad es más evidente y su desarrollo, aunque distinto, les otorga instintos y fortalezas únicas.

Las mujeres han ganado espacio en múltiples áreas, logrando oportunidades en oficios, carreras y actividades que antes eran exclusivas de los hombres. No se trata solo de demostrar que pueden hacerlo, porque claro que pueden. Más bien, debemos reconocer que hombres y mujeres fuimos creados distintos y con propósitos diferentes.

Lamentablemente, la irresponsabilidad de muchos hombres, su ausencia, el maltrato y el machismo han obligado a la mujer a asumir roles que no le correspondían originalmente. Se convirtió en cabeza de familia, en sostén del hogar, en educadora y formadora de generaciones. Lo hizo porque no había otra opción. Como dice el dicho: “La irresponsabilidad de unos es la oportunidad de otros”.

Las mujeres han criado solas, educado, trabajado y sacado adelante a sus familias. Incluso, como abuelas, han extendido su esfuerzo más allá de una generación. Sus derechos son innegables, sin importar su color de piel, estatura, creencias políticas o religiosas. 
La historia nos recuerda cómo, incluso en tiempos difíciles, mujeres con talentos ocultos han sido clave en el desarrollo de la humanidad, desde la ciencia hasta la educación y la política.

Mi madre es un ejemplo de ello. Durante más de 25 años trabajó como enfermera auxiliar, criando a tres hijos mientras enfrentaba la batalla contra el alcoholismo de su esposo. Como ella, millones de mujeres han superado obstáculos con esfuerzo, sacrificio y un valor que, sin duda, proviene de Dios. No hay otra explicación.

La mujer nunca será igual al hombre. No se puede. 

Pero la igualdad de derechos y oportunidades es justa y necesaria. Que una mujer reciba lo mismo que un hombre por la misma actividad y responsabilidad no es un favor, es lo correcto.

La mujer será siempre mujer, aunque algunas intenten negar su esencia. Muchas podrán renunciar a la maternidad, un don maravilloso de dar vida, pero su identidad siempre estará ligada a un valor natural que la vida misma les ha dado y del que nunca podrán desligarse.

Hoy y siempre, ¡honor a las mujeres! ¡Vivan las mujeres!